++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
ESCRIBO DESDE MI DESTIERRO, TE SALUDO
Pueden haber pasado muchos días y muchas noches, jamás podré precisarlo: No hay ventanas ni relojes en este lugar, solo un par de ojos que me hablan de un retorno, de un "ya es suficiente, es hora de volver", pero volver a dónde, si todo me sabe a inseguridades y formas sin sentido. Me pregunto porque todo se habrá vuelto tan oscuro, tan opaco. Cuándo se apagaron las luces de los faros que me guiaban por estas aguas turbias a las que se vendió mi alma. Cuándo. Y es que no resisto más, no logro soportarlo. Para mí se acabó.
Por eso te escribo, Soledad, mi bella y delicada soledad. Por qué valles misteriosos te me habrás perdido, a qué texturas borrascosas tu esencia se habrá entregado. Ahora estas lejos, sola, y aunque jamás nadie pudo comprenderte, yo fui capaz de sentirte. Por ejemplo ahora, en este desdichado instante, te siento aquí, aquí en este simple corazón que todas las noches se desangra y se seca el alma escribiendo para ti rimas, cuartetos y sonetos que desfallecen en garúas tenues de amor y lamento: versos que nunca podré cantártelos quedamente al oído, antes de que tus ojos -tan tristes y gris verdosos- se cierren para mí y se abran a un mundo de notas y risas que no hablan el lenguaje de los hombres. Tú me mostraste lo que es el amor por el camino correcto: el del rechazo más inhumano, el del dolor y del vómito. Allí está lo hermoso: Conocer el amor por el camino del desamor; y sin embargo fue delicioso y dulce mientras duraron aquellos días que por ingenuidad y, por supuesto, error, califiqué como "nuestros días". Sé que debes estar en medio de vasos llenos de Vodka y Ron, en medio de un amor y un adiós, así que te pido una cosa sencilla: No te frustres más por mi, que se va el intento de poeta y te deja un verdadero trovador.
Y por eso te escribo, Trovador, mi odiado y, al mismo tiempo, admirado y amado genio creador. Por qué calles oscuras caminarás ahora, a qué altar de juegos sucios y sublimes tus palabras y sentimientos se habrán sacrificado. A cuál de todos ellos Trovador, a cuál. Ahora me divierte pensar lo mucho que envidié esa manera tuya de contraer el rostro -sí, me refiero a ese viejo y feo rostro de repugnancia que ofrecías al mundo-, esa forma tan propia y extraña de manchar cualquier objeto metafórico que resplandeciese por pura causalidad del ser. Siempre magistralmente apático, pero no se puede negar que esa fue la vía por la cual me enseñaste lo que es el arte: Una manifestación tan inmunda como la misma suciedad del ser que la procrea. Qué delicia fue eso: Conocer el arte por el camino del no-arte. Sé que siempre blasfemaste el que te haya logrado identificar, y no solo como el artista que evoca por medio del espíritu, la placentera, fluctuante futilidad de la vida, y la transforma en sentido, sino también como lo que en verdad eres: un inmundo trovador; inmundo, pero al fin y al cabo el único artista condenado desde mucho antes de nacer a serlo. Tú odiabas eso: el que te haya descubierto antes que tú. Así que te pido una cosa sencilla: No maldigas más por mí, que se va el intento de Luciérnaga y te deja a su amor.
Y también por eso te escribo Andy Aston, mi frustrante y agorafóbico Andy Aston. En qué momento tu alma y el alma del ático se habrán seducido en un rito misterioso donde terminaron siendo uno. Es que es increíble: Lo abandonaste todo: tus sueños, tu familia, la fotografía y, con eso, toda rienda humana que te atara a la civilidad. Y ¿Para qué? Para unirte a la humedad de este ático que yo he osado contaminar con mi insufrible dolor, con mis crisis de risa-llanto que por las madrugadas aún me asaltan. Tantas pesadillas del pasado y a pesar de eso y de las situaciones que me han sucedido siempre estuviste allí. Nunca preguntaste nada y yo nunca encontré las palabras para explicártelo, pero tus ojos lo supieron desde el inicio de la eternidad. Yo jamás descifré aquellos códigos que constituían tu existencia, jamás alcancé a interpretarlos del todo por más que intentase e intentase, pero tú... tú me comprendías como si hubieses visto en mí hasta los detalles más mínimos, hasta las peores atrocidades que a través del tiempo he ido acumulando en secreto. Y sé que ciertos días abandonaste tu amado ático a causa mía, por eso te pido una cosa sencilla: No lo dejes más por mí. Ermitaño Andy Aston, me voy y lo siento por ti... lo lamento profundamente solo por ti. Si es que algún día llegas a leer esto... sé que lo entenderás.
Andrés.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Aquel día Andrés recogió todos sus escritos, observó a Andy Aston inmerso en su ático y salió. Entonces solo quedó una hipócrita realidad burlándose de tales situaciones.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Qué maravilla el tener una hoja virgen. Y decir que todo se resume a este irónico momento... no, no es eso, es sencillamente lo último que escribo. Me siento ridículo e incómodo... Forzarme a escribir aquí es una tontería, pero lo vale, es tal vez lo único que vale:
Este es el punto de quiebre, aquí se termina todo. Hasta puedo sentir paz al fin y unas cosquillas que apenas logro reconocer. Creo que son ganas contenidas de reír, ganas y más ganas de reír. No sé si es por ver el mundo después de tanto tiempo, o tal vez porque este es el aclamado fin. No existen más retroactividades en este punto. No habrá más hombres atropellando la realidad con sus culturas, sistemas, teorías y demás cuestiones. No habrá ni quedará nada... pero precisamente allí empezará lo absoluto, lo verdadero. Bueno, si no sucediese así al menos tendré la satisfacción de haber hecho en esta vida algo tan estúpido como la vida misma. De todas formas no me preocupa demasiado... también lanzaré esta hoja junto con las otras. Entonces las veré irse en ese maravilloso vaivén del hasta nunca... Que gracioso, quiero reír pero las lágrimas se me desbordan de los ojos.
Y para finalizar, ahí están todos, y más allá está el abismo, esperándome. Parece decirme: "Después de absolutamente todo... aquí estamos".
Nada más que agregar.
Andrés.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
En efecto. Andrés no solo había tomado, sino que tenía la firme determinación de lanzarse de la última planta del edificio más alto de la ciudad sin nombre, y lo hubiera conseguido si es que no hubiese tirado primero los escritos. Al hacerlo, se quedó contemplando maravillado el baile de las hojas al caer. Entretanto un grupo de gente había advertido sus intenciones, de manera tal que cuando se arrojó, miles de brazos lo cogieron y se lo llevaron a un centro de salud mental donde una persona (La Persona) lo esperaba.
No obstante, varios testigos afirmaron haberlo visto caer e irse junto con sus escritos y sus incontables fondos y formas, arrastrado por el suave viento y por el rumor incomprensible de las tardes de los jueves místicos, los cuales solo surgían cuando Soledad y el Trovador se unían en el más deseado secreto de sus inmortales y desoladas almas.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++